El arte de educar

LA PEDAGOGÍA WALDORF EN EL PRIMER SEPTENIO

La naturaleza esencial del ser humano está constituida por varias organizaciones y cuerpos que, al integrarse de manera armónica siguiendo el curso natural del desarrollo cognitivo- evolutivos, conforman la constitución de un ser humano completo.

La Pedagogía Waldorf concibe al hombre como una unidad indisoluble físico- anímico-espiritual y en este principio basa todo su hacer educativo. El proceso conlleva varios años para su unificación, pasando por varias etapas evolutivas en periodos de 7 años de vida, denominadas septenios:

Septenios del cuerpo

Primer septenio: desde el nacimiento hasta los 7 años; cuerpo físico

Segundo septenio: desde los 7 a los 14 años; cuerpo etéreo

Tercer septenio: desde los 14 a los 21 años; cuerpo astral

Septenios del alma

Cuarto septenio: desde los 21 a los 28 años; nacimiento del Yo- Alma sensible

Quinto septenio: desde los 28 a los 35 años; Alma racional

Sexto septenio: desde los 35 a los 42; Alma Consciente

Septenios del espíritu

Séptimo septenio: desde los 42 hasta los 49 años; Yo Espiritual

Octavo septenio: desde los 49 años a los 56 años; Espíritu Vital

Noveno septenio: desde los 56 a los 63 años; Hombre Espíritu

Antes del nacimiento de un ser vivo, el cuerpo de la madre es la envoltura y medio ambiente que proporciona las fuerzas formativas en gestación. Todo lo que ella es, piensa, hace, siente y crea es una influencia directa en la formación física y espiritual del hijo.

En el momento del alumbramiento, este nuevo ser se encuentra ante el mundo exterior y a partir de ahí, continuará su camino ligado a su madre por un lado, pero a la vez, dejándose impregnar de una nueva realidad que influenciará en su crecimiento, desarrollo y evolución. (“Es pues, el constructor y artífice del cuerpo físico, su morador y arquitecto; de ahí que se pueda llamar réplica o expresión del cuerpo vital.” R. Steiner).

Durante el primer septenio, el cuerpo físico continúa moldeándose, ya no sólo por influencias pre-terrenales y hereditarias, sino por influjos del mundo que lo cobija y alberga. En esta etapa de desarrollo del individuo, el trabajo del cuerpo etéreo o biofórico (también conocido como cuerpo vital), es aportar por medio de sus fuerzas activas la estimulación del cuerpo físico que dan lugar a procesos de crecimiento y propagación. Y para una adecuada constitución de los órganos físicos, las fuerzas vitales deben contribuir desde una forma correcta para establecer condiciones estructurales sanas, modeladas dentro de un entorno fundamentado en el amor, el respeto y el bienestar.

El cuerpo etéreo de un individuo durante el primer septenio está ligado al cuerpo etéreo de la madre y las influencias que recibe del exterior (padres, familiares, el jardín de infancia, el medio ambiente, etc.). Por esta razón, es de vital importancia tener presente principios educativos que la Antroposofía, desde la pedagogía Waldorf, ha señalado como directrices esenciales para trabajar durante esta etapa única e irrepetible de la vida de un individuo.

Estas herramientas hacen que el trabajo del cuerpo etéreo en este septenio con sus fuerzas formativas, fortalezca la Voluntad sana, facultad que le favorecerá para su desarrollo a lo largo de su vida:

1. Dar un buen ejemplo: El niño imita todo lo que acontece a su alrededor. Por medio de sus sentidos y facultades espirituales registra todo movimiento, gesto, sensaciones y actitudes de las personas que lo acompañan. Por lo tanto, es importante que el adulto que se encuentre al servicio de la crianza de un niño sea un individuo con valores éticos, morales y espirituales.

2. Establecer una rutina y ritmos diarios de contracción y expansión: La seguridad del niño está sujeta al orden y regularidad que vive en su cotidianidad y cuanto más estables y coherentes sean sus hábitos y horarios de higiene, horarios alimenticios y momentos de sueño, descanso y de juego, el niño asumirá la vida con tranquilidad, en armonía con él mismo y sus semejantes.

3. Recurrir a imágenes bellas cargadas de fantasía creadora: Producir con imágenes en el alma del niño sentimientos de calidez y alegría que inciten a la imitación de acciones y sentimientos amorosos por la vida. Es fundamental a la hora de ir a dormir para conectarse con el mundo espiritual la narración de cuentos iluminados con imágenes y poesía de seres llenos de magia, color y bondadosos que le recuerden el mundo espiritual del cual proviene.

4. La armonía y suavidad de los materiales y objetos con que se relaciona: Todo lo que observa, toca, huele, come y siente el niño influyen en su interior y en su comportamiento. Entre algunos ejemplos, se encuentran los juguetes blandos y móviles de carácter artesanal, que despiertan la imaginación y la sensibilidad, el uso adecuado del color según las características y necesidades del niño, las canciones rítmicas con melodías bellas y una alimentación basada principalmente en cereales, frutas y verduras.

5. Contacto con la naturaleza: Propiciar actividades como caminatas y paseos para que el niño pueda sentirse y percibirse en unión con los reinos mineral, vegetal y animal que lo rodean.

Después de los 3 años, el trabajo de las fuerzas vitales queda grabado en la memoria infantil y de la cabeza desciende al tórax y a la columna vertebral para trabajar en el sistema rítmico, fortaleciendo los pulmones, el corazón y la respiración torácica. Durante esta etapa, el niño es muy activo y quiere estar en movimiento y juegos dinámicos. De los 5 años hasta los 7 años, las fuerzas formativas continúan su descenso manifestándose en el tronco, los brazos, manos, piernas y pies. Durante estos años de crecimiento vemos cómo el niño estira su tronco y extremidades fortaleciendo su cuerpo físico y músculos.

Y finalmente, al cumplir el niño los 7 años de edad, las fuerzas formativas del cuerpo etéreo han cumplido su tarea en la organización estructural corporal y se liberan, transformándose en fuerzas del pensamiento creativo y de aprendizaje escolar. El cierre de esta etapa concluye con la pérdida de los dientes de leche y la aparición de sus segundos dientes, incrustaciones sólidas que salen de su interior al exterior. Para dar inicio al segundo septenio que corresponde al cuerpo etéreo y la maduración anímica.

La pedagogía es un arte

… “La pedagogía no debe ser una ciencia, sino un arte. ¿Y cómo puede haber un arte que se pueda aprender sin vivir continuamente en el sentimiento? Pero los sentimientos en los que debemos vivir para poder ejercer ese gran arte de la vida que es la pedagogía, los sentimientos que uno necesita tener para hacer pedagogía se encienden únicamente a través de la observación del más amplio universo y de su relación con el hombre” – Rudolf Steiner

*Artículo originalmente publicado en ConCiencia Magazine Edición 003 en octubre de 2022. Está disponible en línea en ConCiencia Magazine Online 003

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